20 de febrero de 2011

Harry Potter and The Half-Dub Remix

Aquella mañana, Eva Braun se había levantado con la canción Woke up this morning en la cabeza, y ahora, mientras hacía como que tomaba apuntes en clase de Lengua Española, no dejaba de cantarla interiormente. "Porque cuando te levantaste esta mañana todo lo que tenías había desaparecido..."

Miró con desgana a la profesora. La odiaba. La odiaba por haberle suspendido aquella práctica, por cómo estaba llevando la asignatura, por su carácter anodino y porque, a pesar de que nunca le había manifestado sus opiniones políticas, estaba claro a primera vista que era votante del PP.

Eva apoyó una mano en su rodilla y lentamente fue subiendo por su muslo, apartando la falda de volantes negra. Aquella mañana Eva no llevaba una petaca de licor de manzana casero enganchada al liguero, como siempre, sino que al salir de casa había cogido su preciada FIE Titan. La empuñó con decisión. Se levantó, agarró su bolso y su carpeta y pidió a su compañero que le dejara salir, por favor, que tenía prisa. Nadie había notado que tenía la pistola en la mano. Se dirigió a la puerta del aula. Antes de salir se giró para mirar una vez más a la profesora y le disparó en la cabeza.

Entonces oyó gritos, y reinó el caos. Eva miró a una de las chicas que gritaba. Odiaba sus gafas de pasta, su sonrisa, su acento y que creyera que "coqueta" era un adjetivo masculino además de femenino, así que también la creyó merecedora de una bala entre ceja y ceja. Y aquella otra muchacha de allí tenía la nariz demasiado afilada y dientes de caballo; balazo. A su lado un chico algo más mayor, muy repelente, muy sabihondo; balazo. Eva salió del aula. Nadie tuvo el coraje de detenerla.
Al salir observó las pocas personas que habían abandonado sus ocupaciones preocupadas por el sonido de los disparos, y sopesó dispararles también, pero concluyó que no hacía falta: a ellos no los odiaba. Subió al cuarto piso, abrió la puerta del despacho de su profesora de seminario de inglés. Su voz quebradiza y su naturaleza estricta le disgustaban sobremanera. También le voló la tapa de los sesos. Al salir por la puerta principal del edificio se encontró al director del coro de la universidad, un pedante y un mafioso que tenía una percepción de la música absolutamente errónea; le pareció que su cerebro podía quedar bien a juego con las baldosas del suelo.

Durante el trayecto a casa disparó a aquél niñato tan maleducado que trataba tan mal a su madre, y a aquella mujer tan vanidosa, y a aquél niño que no dejaba de llorar. Llevaba más balas en el bolso, cuando se le acabaron simplemente las repuso.

Al llegar a casas sintió el mayor placer del día, fue como si lo que había hecho hasta entonces fuera sólo el preludio de lo que se disponía a hacer ahora. Había estado calentando, era todo un pretexto, se estaba entrenando, ahora venía el plato fuerte. Se cruzó con su hermana en el pasillo, y para variar no se saludaron. A ella la odiaba. La odiaba de verdad. Y la odiaba por tantos motivos que creyó absurdo enumerarlos de nuevo dentro de su cabeza, ya que los repasaba diariamente.

—Eh... —susurró con desgana Eva. Su hermana no se giró— ¡Eh...! —ahora sí—. Te odio.

Y la sangre salpicó la pared. Eva se sintió súbitamente aliviada. Ya no odiaba a nadie más. Ya podía aparcar su FIE Titan y beberse un trago de licor de manzana. Fue al lavabo a lavarse la cara, y para su sorpresa allí apareció una persona que no esperaba encontrarse.

Era una chica. Observándola minuciosamente se dio cuenta de que, efectivamente, la odiaba. La odiaba más que a cualquiera de las personas que aquél día habían degustado las balas de su Titan. La odiaba por amorfa, por gorda, por ser tan asimétrica, por carecer de equilibrio estético. Odiaba sus casi inexistentes pestañas, sus dedos demasiado cortos, sus ojos pequeños, su cara de pan, su pelo lacio, sus innecesariamente desorbitadas caderas, sus piernas cortas y celulíticas. Odiaba cada centímetro de su piel y cada pelo de su cuerpo. Así que sin demasiadas ceremonias le disparó, como había hecho con todos.

Eva esperaba ver sangre, que la chica cayera dramáticamente, que su cerebro se derramara por el suelo. Pero no fue así. La bala sólo rompió el espejo de pared, que cayó en mil pedazos.

Eva tembló de miedo por primera vez en el día. Detrás de ella había otro espejo. Al mirarse volvió a descubrir a aquella chica. Se miró las manos. Era ella. Entonces se dio cuenta de que se odiaba. Se odiaba más allá de lo físico. Se odiaba por ser tan ambigua, por no ser una persona normal, por ser tan envidiosa, por querer ser siempre el centro de atención. Se odiaba por creerse alguien, por creerse especial, por creerse la protagonista de algo grande. Por ser tan dramática, ilusa y egoísta. Pero se odiaba, por encima de todo, por ser tan puta.

Sin más dilaciones, Eva alzó al aire el brazo con el que aguantaba su pistola. Los periódicos dirían que se había vuelto loca y que finalmente la culpa había hecho que se suicidara, nada más lejos de la verdad. Hizo girar el arma dándole vueltas en su dedo por el gatillo, y luego la agarró de nuevo, con decisión, apuntándose justo al centro de la frente. ¿Any famous last words?, susurró para sí. "Owned", así, con acento macarrónico. No titubeó ni por un instante. Cuando sonó el disparo Eva ya estaba muerta.

2 comentarios:

  1. ME HE PARTIDO DEMASIADO AL PRINCIPIO.
    Me encanta mucho (pero MUCHO MUCHO).

    Pero ya puedes decirme que lo último no es cierto porque te pego una torta que no me van a hacer falta balas para que tu cerebro se estampe contra la pared. ¿MENTIENDES? Pues eso <3 :D

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  2. Hauries de buscar algún certamen interessat en textos de caràcter absurd i sàdic. Bé, de fet, absrud no és la paraula. Vull dir textos absents de raó. En serio, fes-ho perquè hi tens la mà trencada.

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