25 de enero de 2011

Phantom of the Opera

A veces me da envidia la gente que es normal.

Y eso que dentro de un par de años miraré aquí y ni me acordaré de por qué escribí esto.






PD: Asco asco asco asco asco asco asco asco.

23 de enero de 2011

Hoy he visto que Nerea me ha enviado esto.



Y me he acordado de todos esos "carteles" que cuelgan en la nefasta web Cuánta Razón titulados "Ingenio", "Imaginación", "Perspectiva", "Creatividad" y que a todo el mundo le parecen tan guays y megaoriginales.

Y he pensado que no hay ni punto de comparación. Nunca he ido al Cirque du Soleil, pero dicen que es tan bonito que lloras. Pero sí he escuchado la Obertura 1812 de Chaikovsky en directo (una pieza más heroica que triste o melancólica) y he llorado de la puñetera emoción, joder. Eso es bello.

Y esto es inspiring. Es ingenioso, imaginativo, está enfocado desde una perspectiva innovadora y, sobretodo, es creativo. Más que cualquier anuncio ñoño de Coca-Cola o Campofrío.

21 de enero de 2011

Cap d'any (versió acústica i en directe)

És curiós, perquè la Maria Coma i el seu nòvio, el Pau Vallvé, també conegut com a Estanislau Verdet, van deixar de sortir junts, i avui la Maria s'ha posat a tocar de sobte "Cap d'any", de l'Estanislau... Em pregunto en què devia estar pensant mentre tocava...

La lletra de la cançó conserva el típic "lèxic" que utilitza l'autor, però en destaco la tornada: "T'estimo i és cap d'any..." Un cop més, en què devia estar pensant...?

Ah, i només volia dir una cosa més. Siusplau, mandamases de la UPF, deixeu de fer que les meves professores de seminari tinguin totes uns pits tan hipnòtics. Kthxbai.

17 de enero de 2011

Endzeit

Conocí a Vincent un día cualquiera, debido a una gran casualidad. Sonará a tópico, pero al hablarle sentí como si ya nos conociéramos de toda la vida. Él tenía los ojos azules y la piel pálida. Sus rasgos finos y su nariz recta le otorgaban un semblante algo maquiavélico pero muy atractivo. Él me contó que había nacido en Londres (¡no se le notaba nada en el acento!) y había venido a España hacía unos diez años. Tenía una hija de once que se llamaba Noelle. Acabábamos de conocernos, por eso no me atreví a preguntarle por su mujer. Él rehuía el tema, así que supuse que habría fallecido. Yo le conté que mi vida tampoco había sido fácil. No pude remediarlo: al sincerarme con él sobre la reciente desaparición de mi hermana me deshice en lágrimas. Le pedí perdón entre sollozos, probablemente en ese momento debía estar bastante desconcertado ante aquella desconocida que lloraba sin parar. Sin embargo, para mi asombro, él me abrazó sin decir una palabra. Sin saber muy bien qué hacer, correspondí a su abrazo rodeando su espalda con mis brazos.

A partir de entonces todo fue muy deprisa. Durante los días siguientes nos vimos a todas horas. En menos de una semana había conocido a su hija y me había ido a vivir a su casa. Mis padres no daban crédito, y de hecho yo tampoco. Pero lo que yo no podía creerme era que por fin tuviera una historia de amor de verdad. A mí el hecho de que nos hubiéramos dado tanta prisa en empezar una vida juntos me parecía de lo más natural. Si él me quería y yo le quería, no había tiempo que perder. “Carpe diem”, decía él. Carpe diem... En mi vida me había sentido tan feliz.

Vincent y yo salíamos cada día. Íbamos a conciertos, a teatros y al cine. Por la tarde íbamos a buscar a Noelle a la ludoteca a la que la llevábamos esos días de verano para que no se aburriera. Cada noche, Vincent me hacía el amor de la manera más dulce que jamás he experimentado.

La casa de Vincent era grande y espaciosa. Tenía dos baños, dos habitaciones, la cocina, el salón, y... Bueno, había una habitación en la que nunca había entrado. Casi nunca estábamos en casa, y cuando estábamos nos preocupábamos más de otras cosas que no tenían nada que ver con esa habitación misteriosa. Yo estaba siempre con Vincent, así que tampoco tuve la oportunidad de entrar yo sola. Al rememorar el primer día que visité su casa, recordé cómo él me había enseñado todas las habitaciones y había pasado de largo de esa. De todos modos era algo que a mí jamás me había parecido sospechoso, la puerta de ese cuarto estaba siempre entreabierta, nunca cerrada o bajo llave, lo cual me daba un voto de confianza. No quería traicionar ese pacto silencioso que habíamos hecho. Vincent siempre había sido muy reservado respecto a algunos temas... Creí que esa habitación habría sido de su mujer anterior. No obstante, un día mi curiosidad me pudo, y le pregunté por ella.

–Ah, querida –me encandilaba su amanerada forma de hablar–. Empezaba a parecerme raro que no me hablases de ello... Es una sorpresa que te tengo reservada.

Mi rostro se iluminó con una sonrisa. ¿Sería otra habitación para un futuro hijo nuestro? ¿Una sala que estaba preparando para que pudiera pintar mis cuadros? Él sabía que me encantaba y que no tenía espacio para hacerlo. ¿Un rinconcito íntimo para que pudiéramos ver las películas en la lista de “100 películas que ver antes de morir” que habíamos elaborado juntos? ¿O tal vez un nuevo baño con una bañera de hidromasaje...?

–Vincent, por favor, dime qué es... –me arrimé a él, coqueta.

–La verdad es que ya la tengo casi acabada. De hecho, para mañana estará lista. Tengo una idea: mañana, en cuanto me marche a llevar a Noelle a la ludoteca, te despertaré con un beso. Te levantarás, tomarás un buen desayuno y te darás un baño relajante. Entonces ve a la habitación, ponte cómoda y espera hasta que vuelva. Espero que lo que te he preparado sea de tu agrado.

Al día siguiente me desperté e hice lo que Vincent me había dicho. Al llegar a la puerta de la habitación misteriosa me sentí nerviosa, emocionada. Respiré hondo y abrí la puerta del todo. Estaba completamente a oscuras. Extendí una mano y palpé la pared hasta toparme con el interruptor, y lo encendí.

En el techo un fluorescente se encendió después de parpadear unos segundos, emitiendo su característico zumbido, bañando la habitación con su luz blanca y artificial. Sentí frío. Me sorprendió lo mucho que desentonaba esa sala respecto al resto de la casa. Sus paredes estaban absolutamente desnudas, no tenían ventanas, no estaban enyesadas, pintadas o empapeladas. El suelo no estaba embaldosado ni entarimado con parqué. En conjunto parecía el interior de una caja hecha de cemento. La sala era, además, enorme. Desde fuera no me habría imaginado nunca las dimensiones que tenía.

No había tampoco sillas, ni mesas, ni camas, ni bañeras, ni  ningún tipo de mueble. Había, sin embargo, una especie de aparato descomunal que ocupaba más de la mitad del espacio. Al principio no supe de qué se trataba. Constaba de cuatro plataformas metálicas de las cuales salían unos tubos hechos del mismo material. Estaban colocadas formando un cuadrado, cada plataforma era un vértice. De cada una de las cuatro cajas metálicas salía un poste cilíndrico de madera de unos dos metros de alto. Esa especie de mástiles giraban 90º al llegar a su punto más alto, constituyendo así la forma de una L boca abajo. Del extremo de los postes colgaba una cadena que acababa en lo que parecía ser un collar de hierro. Los cuatro mástiles de madera estaban unidos entre sí mediante otros soportes de madera llenos de ganchos, formando una gran X justo en el centro de la habitación.

Me llevé una mano a la boca.

–Oh, dios...

Era una horca. Es más, eran cuatro horcas. No podía creérmelo. No podía explicármelo. ¿Para qué necesitaba Vincent una artefacto para matar? No, tenía que ser todo una broma... Una broma macabra y grotesca.

De repente, rompiendo el frágil silencio que se había formado, oí el sonido de una pistola siendo cargada. Pero había oído cómo Vincent y Noelle se marchaban, ¿quién sería el propietario del arma? Al girarme vi a Noelle, que agarraba el revólver con firmeza y convicción, sin vacilar, apuntándome con el cañón.

–Noelle... ¿Qué haces...? ¿Dónde está Vincent? –me sentí la persona más estúpida del mundo al pronunciar esas palabras.

La niña ni siquiera parpadeó.

–Papi me ha dicho que no deje que te vayas de casa.

En ese momento lo comprendí. Vincent nunca había tratado a su hija como tal. La había entrenado, la había adiestrado como si fuera un perro. Lo tenía todo planeado...

–Noelle... Escucha, no hagas ninguna tontería... Tu padre... Mira, si vamos ahora a la policía no ocurrirá nada malo, pero si haces lo que él te ha dicho tendrás problemas, ¿me entiendes...?

Noelle entrecerró los ojos y me miró fijamente. Seguramente recordó que ella y yo habíamos tenido momentos muy agradables juntas, habíamos jugado y habíamos reído casi como madre e hija.

–Vamos... –susurré– Deja la pistola en el suelo, cielo...

Para mi total sorpresa, lo hizo. Yo me acerqué lentamente a ella. Me agaché para recoger el arma. Justo en el momento en que me despisté y dejé de mirarla a los ojos, ella me empujó al suelo, cogió el revólver y me disparó. Cuatro veces. En el culo.

Proferí un grito animal. Las cuatro balas se habían alojado en mi nalga derecha. Noté cómo se me descolgaba un trozo de carne. Sentí un escozor extremo, y al palparme la zona mi mano quedó empapada de sangre.

–¡JODER! –volví a gritar. Me levanté del suelo como pude–. Noelle... Por favor... Déjame llamar a una ambulancia...

Se lo estaba suplicando. Le estaba suplicando a una niña. Ella se dirigió a mí con indiferencia:

–Está bien. Papi me dijo que podías hacerlo.

Abrí mucho los ojos. No entendía nada de nada. Aún así no iba a cuestionarla, así que salí de la sala de la horca cojeando, siempre con Noelle apuntándome por si me daba por escaparme, y me dirigí al salón, donde estaba el teléfono. Lo descolgué. Uno uno dos. Bip... Bip... Bip... ¿No lo cogían? No lo entendía, tratándose del teléfono de emergencias... A lo mejor en ese momento no tenía acceso a ese número, por algún motivo. Probé con otro. Cero seis uno. Bip... Bip... Bip... No podía ser, algo iba mal... De repente lo entendí. Vincent había cortado toda la comunicación con los principales teléfonos de emergencia, por eso le había dicho a Noelle que me diera permiso para poder llamar: porque no iba a servir de nada. Probé llamando a mi casa. También había cortado esa comunicación. Colgué, consternada. En ese preciso momento sentí una de las sensaciones más horribles del mundo: la de ser terriblemente consciente de que vas a morir.

Al volverme para mirar a Noelle, ella me dedicó su mejor sonrisa. Las heridas de la bala seguían induciéndome un dolor atroz. En ese momento de desesperación, me agarré la cabeza con las manos y entre gimoteos me dirigí de nuevo hacia la habitación donde estaba la horca.

–Papi me dijo que puedes mirar –señaló Noelle.

–¿Mirar? –eso me había confundido– ¿Mirar... qué?

Noelle se encogió de hombros con su sonrisa más inocente, revólver en mano. Todavía con el trasero goteando sangre, me acerqué sin saber por qué a una de las cuatro horcas. Me di cuenta de que no entendía bien para qué servían las cuatro plataformas metálicas que las sustentaban. ¿Por qué eran tan grandes? ¿Y por qué salía un tubo metálico de cada una? Descubrí unas pequeñas bisagras en la cara superior de la caja metálica. Había una pequeña puerta que podía abrirse. “Papi me dijo que puedes mirar”. La abrí. Dentro descubrí un mecanismo extraño, lleno de ejes, sierras y discos afilados. También había restos de sangre y carne. Una trituradora. Me recorrió un escalofrío. “Papi me dijo que puedes mirar”... Me dirigí hacia otra de las horcas, temblando, y levanté la tapa aparato. Y entonces lo vi.

El cadáver de mi hermana. Estaba algo podrido y descompuesto, y de hecho sólo era medio cadáver: de cintura para abajo, aquél cuerpo había sido desmenuzado. Vincent había matado a mi hermana y se había comido la mitad de ella. Intenté reprimir las náuseas... sin mucho éxito. Me dirigí corriendo como pude a un rincón y lo eché todo. Acababa de encontrar la última pieza del rompecabezas. Todo tenía sentido. La “gran casualidad” que me había hecho conocer a Vincent estaba planeada de antemano. Todo era un proyecto perfectamente trazado e ideado. Todo. La casa, la horca, Noelle, mi hermana.

En ese momento algo hizo clic dentro de mi cabeza. De repente vi la luz, era algo en lo que Vincent seguramente no habría reparado, un punto flaco a mi favor. Me dirigí hacia el teléfono de nuevo, precipitadamente. Tenía miedo, pero aquella era mi última oportunidad. Cero ocho ocho. Bip...

Mossos d'Esquadra, digui'm.

Estaba aterrorizada. No podía explicárselo todo. Decidí que iba a decirle lo más importante. Sorprendentemente, a pesar de mi respiración entrecortada, mi voz sonó serena al decir:

–Estoy en el número tres de la calle Argentona, piso segundo, puerta segunda.

Entonces Noelle cortó el cable del teléfono. Biiiiiiiiiip... Fue entonces cuando supe con certeza que ya no tenía ninguna esperanza. Empecé a oír unos pasos que se aproximaban desde fuera de la puerta principal de la casa, el sonido de unos pies ascendiendo por la escalera. Oí vagamente cómo Vincent tarareaba aquella canción tan odiosa que a él le gustaba tanto, mientras sacaba las llaves.

I shoot the lights out...

Yo seguía agarrando el teléfono, que insistía en su infinito “biiiiiiip”. Miraba la puerta fijamente, con una expresión lánguida de derrota y abatimiento. Ésta se abrió. Justo entonces una silenciosa lágrima resbaló por mi mejilla derecha.

15 de enero de 2011



NO he dicho EN NINGÚN MOMENTO que esté absolutamente de acuerdo con este vídeo.
Pero lo que es cierto es que hoy en día la gente se come mucho la cabeza con el tema de lo políticamente correcto, el respeto y la educación...

7 de enero de 2011

Shadow Journal

Vídeo 1:


Vídeo 2:
[Està aquí]


Jo el que em pregunto és com el vídeo 1 es defineix com a música, i per altra banda el vídeo 2 es defineix... també com a música. No és estrany?

Si tenim paraules per precisar, per matisar, per limitar... per què no n'hi ha per la música? Està clar que és una paraula massa genèrica. Clar que podem parlar de gèneres musicals i de moltes altres subdivisions, però totes provenen de "música". I jo trobo massa diferència entre el vídeo 1 i el vídeo 2... I no intento desacreditar cap dels dos vídeos, l'únic que passa és que no ho entenc.

No ho entenc, de debò.