26 de septiembre de 2012

Fok julle naaiers

Vengo sólo a decir justo lo del año pasado.

Se acabó mi verano. He aquí su banda sonora.

No hay (casi) nueva música, sólo canciones antiguas con nuevo significado.

Bueno, la verdad es que esta vez hay más cosas nuevas... Y me he enganchado irremediablemente al pop coreano, algo que ni me hubiera imaginado hace un año.


E indiscutiblemente, la canción del verano, aunque algo a mi pesar:

7 de septiembre de 2012

Nightcall

Supongo que ya os lo habréis imaginado, pero el relato que estaba colgando se va a quedar así.

Y realmente tiene final, sólo que no lo he escrito, ni lo voy a escribir. Porque he comprendido cosas.

Cuando me propongo comprometerme con algo que estoy escribiendo la cago mucho. Me refiero a escribir cosas largas.
Hace unos cinco años escribí un fanfic que consideraba bastante ambicioso (por decirlo de alguna manera), y jamás colgué el último capítulo. Eso sí, el final estaba dentro de mi cabeza con todo detalle.

Hace ocho años estava emocionada con la idea de un "libro", que en mi mente tomaba forma con un par de tomos incluso, pero se quedó en 180 páginas de word que ni siquiera alcanzaban el clímax del argumento. Eso sí, todo el desarrollo, los personajes, etcétera... dentro de mi cabeza, con todo detalle.

Ese "libro" (me niego a escribirlo sin comillas) fue muy importante para mí, tanto que incluso quise compartirlo con mi novio, y me propuse darle un capítulo cada mes, para así animarme también a mí misma a seguir escribiéndolo. ¡Y apuesto a que sabéis lo que ocurrió! Sólo llegué a darle los dos primeros capítulos.

¿Lo veis? Soy incapaz de acabar de escribir las cosas largas que me propongo. O, por lo menos, soy incapaz de hacerlo de forma regular. Porque quién sabe si algún día aleatorio voy y finiquito todos estos proyectos.

Entiendo, en parte, esta inconstancia. Soy muy mala escribiendo. Cuando llega el final apoteósico de algo que escribo, me lo imagino TAN genial y TAN perfecto que luego, al escribirlo, no puedo ni llegar al betún de lo que mentalizaba con tanta ansia. Y no es que sea demasiado exigente, es que soy mala, y punto. No digo esto para que os pongáis condescendientes, es que lo creo realmente. Y cualquier persona que quiera darse cuenta de que lo que digo es verdad lo hará.

Al final se me muere todo lo que escribo, y me da mucha rabia, pero por lo menos el final lo tengo pensado y planeado, y puedo atesorarlo y revisitarlo siempre que quiera, imaginándome cómo lo hubiera escrito un verdadero profesional, emocionándome ante las palabras idóneas y precisas que usaría y que yo no supe encontrar.

Intentando encontrar el motivo real de todo este asunto, a parte de lo antes mencionado, comprendí que han cambiado muchas cosas en mi vida. Antes escribía a diario, tenía ideas, y a pesar de que a menudo me desagradaba el resultado, seguía haciéndolo. Ahora, si escribo o tengo una idea para escribir se trata de una ocasión especial, algo excepcional. Y me pregunté por qué, y comprendí que también hace mucho que no leo ningún libro como hábito, cuando yo antes devoraba páginas y páginas con avidez. Ni siquiera soy capaz de leer a gusto lo que me mandan en la universidad. Si soy sincera, a veces ni me acabo de leer esos libros.

Me pregunto si será ese el motivo, pero sólo hay una forma de averiguarlo. Así que desde aquí me comprometo a aparcar por un tiempo la escritura y hacer el esfuerzo de retomar la lectura. Me vendrá bien, aunque no recupere drásticamente la inspiración que tenía antes.

Ea, ahí os quedáis, las dos o tres personas que leeréis esto.

Si queréis saber cómo acababa el relato, os lo cuento brevemente en el siguiente párrafo. Sólo tenéis que "subrallar" con el mouse lo que hay escrito y lo descubriréis. Vaya, seleccionadlo como si lo fuérais a copiar.

http://www.youtube.com/watch?v=dQw4w9WgXcQ

Lo siento, siempre me rindo a los clásicos.

21 de julio de 2012

Don't Stop

Placenta I
Placenta II
Placenta III
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Placenta IV

Furiosa, agarro las llaves . Al salir de casa, cierro con un portazo. Miro mi reloj de muñeca, y esta vez no me importa tener cuatro dedos en una mano y siete en la otra. Las manecillas marcan las siete y media de la mañana. Tampoco me preocupa el hecho de que cuando empezó mi sueño lúcido eran las seis de la tarde. Si no me doy prisa llegaré tarde al trabajo.

Siento la presencia de la niña detrás de mí en todo momento. No puedo verla, pero sé que está allí. Noto su aliento en mi espalda y sus cuencas en mi nuca. Intento ignorar la sensación desagradable que me provoca y convencerme de que en realidad no me importa que esté allí.

Al llegar a la parada del autobús, le pregunto al señor que está sentado pacientemente si hace mucho que espera. Acto seguido, si ve la niña que hay detrás de mí. Y luego, si esto es un sueño. Obtengo una respuesta negativa a las tres preguntas. Bueno, ya me lo esperaba. Consulto el reloj. Son las siete y cuarto de la mañana. Tengo dos y seis dedos.

El trayecto se me hace inusualmente largo. La niña siniestra juguetea con mi pelo de vez en cuando. Me hago un moño desordenado para que deje de hacerlo, pero nada más acabarlo me doy cuenta de que ha sido una mala idea. Ahora empieza a acariciarme la nuca lentamente, con sus deditos grisáceos y quebradizos. Trato de desatender la repugnancia que me provoca. Me siento muy incómoda. Empiezo a temblar de forma incosciente. Llego a la oficina puntualmente, a las cuatro menos cuarto de la tarde, con cinco, cinco y nueve dedos.

Allí todo está igual que siempre. Mis compañeros son los mismos, los saludo uno a uno y me reconocen. Mi jefe es el mismo, le pido disculpas por llegar ocho horas tarde al trabajo y me responde que no sabe de qué estoy hablando, si son las nueve en punto. Incluso la máquina de café es la misma, y el líquido que dispensa sigue teniendo un sabor igual de cuestionable. Todo es asquerosamente normal. Todo, excepto la niña, claro está. A lo mejor he terminado por volverme loca de verdad. A lo mejor no estoy soñando.

Llegados a cierto punto me pregunto por qué sigue allí. ¿Por qué merezco este castigo? ¿Qué he hecho? Y no dejo de darle vueltas a que esa niña no deja de ser mi reflejo. ¿Así es como me veo a mí misma? ¿De verdad? ¿Como un ser frágil pero amenazador?

Me sigue a todas partes. A la fotocopiadora, al lavabo, a la calle durante la pausa del cigarrillo. No lo aguanto. No soporto la frustración de sentirla justo detrás de mí y ser incapaz de verla o hacer algo para que deje de seguirme. Por un momento su vigía me recuerda a la que lleva a cabo Eurídice cuando Orfeo la rescata del inframundo. Orfeo no puede mirar hacia atrás, o Eurídice morirá para siempre. Él sabe que la tiene justo detrás, la nota, la siente, pero no puede mirarla. Reflexionando un poco, concluyo que estar muerto consiste justamente en eso. Los que se quedan sufren la frustración de saber que existes, y lo saben porque te han conocido y te han vivido, pero de repente, sin motivo alguno, son incapaces de verte.

Y así se suceden los días. Mi vida, tan monótona como siempre, sigue su curso. Voy al trabajo de lunes a viernes. La niña me mira desde el espejo cuando me lavo los dientes por las mañanas. Se pega a mi espalda durante todo el día, todos los días. Cuando duermo, se queda de pie al lado de mi cama y me observa. Nunca logro conciliar un sueño largo y reparador. Al despertar, lo primero que veo es su cara asomando por el marco de la cama. Mi reloj de muñeca ha dejado de funcionar, no tengo dedos, y el libro de mi mesilla de noche ha desaparecido. A veces giro la cabeza rápidamente para ver si puedo atisbar, ni que sea por una vez, su rostro de frente, pero nunca lo consigo. No estoy tranquila en ningún momento del día. Me salen ojeras, empalidezco, adelgazo. Estoy enferma. Mi jefe me otorga, preocupado, unos días de baja, y me sugiere suavemente que tal vez debería plantearme volver a ver a mi psicóloga.

6 de julio de 2012

Say It

Interludio musical, que se me hace muy pesado ir colgando sólo fragmentos de relato.

Como sabréis (algunos), mañana me toca cantar el Réquiem de Mozart por tercera vez. En el Palau de la Música, señores. De acuerdo, no voy a cantar allí por méritos propios, ni voy a hacerlo como solista ni mucho menos, pero qué demonios. Lo más seguro es que nunca vuelva a pisar el escenario del Palau. Si no es como público, claro. Digamos que es un sueño hecho realidad. Y que tenga que cumplirse de esta manera...

El caso es que la FCEC (Federación Catalana de Entidades Corales) organiza anualmente unos talleres que concluyen con un gran concierto multitudinario. Y este año tocaba Réquiem, y como las del coro en el que canto ya nos lo sabíamos nos apuntamos.

La cosa es que esto de los talleres anuales lo venden como algo super internacional, e invitan a cantar a diversos coros de fuera de España. El lunes pasado, después del segundo ensayo del Réquiem, dichos coros internacionales se presentaron cantando cada uno una canción.

Y allí estaban: un coro de niños austríacos cantando una canción cuya letra decía "calla la boca que yo haré lo que quiera", un coro mexicano entonando un canto dedicado a su ciudad natal, un coro portugués interpretando un poema musicado, un coro polaco cantando gospel. Pero mi favorito fue el argentino, que se ganó una ovación cuando el director anunció que iban a cantar un tango.

Al llegar a casa busqué dicho tango. Aquí lo tenéis. Escuchadlo, porque es precioso. Ah, y tuve que buscar también al llegar lo que significaban ciertas palabras. Viva el español de Argentina. Purrete significa chaval, barrilete significa cometa (el juguete, no el cuerpo celeste) y piolín significa cordel (cordel de cometa, se entiende). Una señora que estaba a mi lado durante el mini-concierto de presentación insistía en que decían "violín" en vez de piolín, y a mí me parecía muy raro que dijeran eso...


Desde chico ya tenía en el mirar
esa loca fantasía de soñar.
Fue mi sueño de purrete
ser igual que un barrilete
que elevándose entre nubes
con un viento de esperanza, sube y sube.

Y crecí en ese mundo de ilusión,
y escuché sólo a mi propio corazón,
mas la vida no es juguete
y el lirismo en un billete sin valor.

Yo quise ser un barrilete
buscando altura en mi ideal,
tratando de explicarme que la vida es algo más
que darlo todo por comida.

Y he sido igual que un barrillete,
al que un mal viento puso fin,
no sé si me falló la fe, la voluntad,
o acaso fue que me faltó piolín.

En amores sólo tuve decepción,
regalé por no vender mi corazón,
hice versos olvidando
que la vida sólo es prosa dolorida
que va ahogando lo mejor
y abriendo heridas, ¡ay!, la vida.

Hoy me aterra este cansancio sin final,
hice trizas mi sonrisa de cristal,
cuando veo un barrilete
me pregunto: aquel purrete, ¿dónde está?

3 de julio de 2012

Joseph Merrick

Placenta (I)
Placenta (II)

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Placenta (III)

Levanto pesadamente los párpados. Entonces se suceden unos pocos segundos en los que me encuentro totalmente confusa: ¿Dónde estoy? ¿Qué demonios acaba de pasar? ¿Sigo soñando? Me miro las manos. Cinco dedos en cada una. Abro el libro. «Y creyendo que quería jugar, lo empujó suavemente...» Sonrío aliviada.

Sólo ha sido un sueño, sigo en mi habitación. No ha pasado absolutamente nada desde que me he dormido, y lo más seguro es que nunca vuelva a tener un sueño lúcido si no es que lo he decidido de antemano. Chúpate esa, Irma.

La niña siniestra de mi reflejo no está por ningún lado, pero necesito cerciorarme de que de verdad no estoy soñando. Esta vez realmente me da igual volver a mirarme al espejo, ya me espero cualquier cosa, y después de lo sucedido ya he superado la visión grotesca de la niña. Si esto resulta ser otro sueño, volveré a dormirme. O a despertarme. Y así hasta que vuelva al mundo real. No será tan complicado. Me acerco cautelosamente al espejo.

Suspiro. Soy yo. Sólo yo. Me miro fijamente a los ojos, inspecciono cada centímetro de mi piel de cerca. Tengo el número correcto de ojos, orejas, dedos y demás. Esto no es un sueño... Me siento tan aliviada ahora mismo que me tomo la libertad de ignorar el escalofrío que me recorre la espalda. Me muevo tan sólo unos centímetros para arreglarme el pelo, todavía encarando el espejo, y ahí está ella. Justo detrás de mí, agarrándose la cara, gritando sin gritar y mirándome sin mirarme.

Esta vez ni chillo ni me asusto, me limito a desesperarme y proferir un sonido lastimero y patético. No entiendo nada de nada, ¿estoy soñando otra vez o me he vuelto definitivamente loca? Tengo que hacer algo para acabar con esto, cualquier cosa... Giro sobre mi eje para tratar de encarar a la niña y acabar con ella de una vez por todas. Y cuando me dispongo a agarrarla por su frágil cuello y sacudirla con todas mis fuerzas, me doy cuenta de que no está. Pero esta vez no volverá a engañarme, empiezo a comprender su juego. Ladeo la cabeza y, de reojo, la veo justo detrás de mí. ¿Cómo se ha movido tan rápidamente? ¿Cómo es posible que no lo haya visto? Me vuelvo a girar. No está. El espejo me muestra que vuelve a estar a mi espalda. Emito un gruñido de rabia. Comprendo entonces que no importa cuantas vueltas dé, ella siempre estará detrás de mí, como una sombra, silenciosa pero siempre presente.

Todo esto es culpa de Irma. Si no me hubiera propuesto probar esto con tanto entusiasmo ahora no me encontraría en esta situación. Seguro que sólo quería tratarme como a una cobaya y usarme para comprobar si este tipo de terapia podía funcionar. Seguro que sabía que esto iba a pasar desde el principio, y sólo me ha ayudado a hacerlo para que escarmentara de una vez. La odio tanto en estos momentos... Pero no pienso seguirle el juego.  Ni a ella, ni a la niña siniestra. No voy a comprobar si sigo en un sueño, no voy a tratar de despertarme abriendo y cerrando los ojos mientras digo una frase autosugestiva, no voy a dormirme de nuevo para ver si cuando despierto mi vida ha dejado de ser un sueño, no voy a seguir preguntándome qué es real y qué es tan sólo fruto de mi imaginación.

Furiosa, agarro las llaves . Al salir de casa, cierro con un portazo.

26 de junio de 2012

Dignity

Segunda parte de Placenta. Si no os habéis leído la primera difícilmente entenderéis de qué va todo esto, así que si no lo habéis hecho la podéis encontrar aquí. Si queréis, vaya.

Por cierto, el título del relato parece estar en castellano, pero en realidad está en catalán y se pronuncia [plasnta]. El título viene de una canción de Maria Coma:


 La canción en sí no tiene relación con el relato, lo que pasa es que la escuchaba contínuamente mientras escribía, y tiene justo la atmósfera misteriosa y siniestra que pretendo que tenga el relato. Supongo que si se escucha mientras se lee, ayuda.

En fin, que me critiquéis y todo eso. Y que se me dan fatal las descripciones, eso ya lo sé.

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Placenta (II)

Abro los ojos repentinamente.

«Nunca te mires a un espejo. Hay gente que no ha vuelto a despertarse, Emma...»

No puedo reprimir un grito. Vocifero. Vacío los pulmones.

La imagen que me devuelve el espejo de pared es terrorífica. No me reconozco en ninguno de los rasgos de la niña que hay frente a mí. Es pequeña y está esquelética. Tiene unos cuantos mechones de pelo negro repartidos por la cabeza, arbitraria y desordenadamente. Está desnuda, y se agarra la cara con ambas manos. Su piel es rugosa y de color grisáceo, como si fuera de piedra. Tiene el rostro descompuesto, desfigurado en una mueca grotesca, y la boca abierta, tan abierta que se diría que tiene mandíbula desencajada... Está gritando tanto como yo, pero no emite ningún sonido. ¿Y sus ojos? No tiene. Sólo las cuencas vacías, colmadas de sombras. Aun así, estoy segura de que me está mirando...

No puedo parar de gritar. Lo hago hasta que me quedo sin aire y sólo puedo respirar con fuerza, jadear y notar cómo el sudor frío resbala por mi sien. Corro de nuevo a la cama, me siento con la cara entre las piernas y me agarro la cabeza. Mientras intento acompasar de nuevo mi respiración, me digo a mí misma que no ha sido para tanto. Me he dado un buen susto, pero he conseguido escapar. Irma estaba exagerando.

Alzo la cabeza, algo más calmada, pero al hacerlo veo algo que me hiela la sangre. La niña ha salido del espejo y está justo enfrente de mí, gritando sin gritar y mirándome sin mirarme. Vuelvo a tener miedo... y ya no es por la niña y lo siniestra que me parece, sino porque me acabo de dar cuenta de que he dejado de controlar mi sueño. No quiero que esté aquí. Cierro los ojos e intento concentrarme en hacerla desaparecer. Los abro de nuevo, pero no da resultado. ¿Qué está pasando?

Esto no debería funcionar así... Irma no me había explicado nada de esto... De acuerdo, no me esperaba para nada que al mirarme en el espejo éste me devolviera una imagen tan aterradora, pero en el fondo creía que si esto pasaba no iba a ser nada, sólo un susto momentáneo. Yo esperaba que la niña desapareciera justo después de verla en el espejo. Como en las películas de miedo. La música se vuelve más densa y acelera para anticipar al público que algo horrible se avecina, la protagonista se enfrenta a una imagen macabra, grita, la audiencia se asusta, y acto seguido la imagen desaparece. El miedo dura un segundo, y luego la película continúa. Pero esto no es una puta película. No hay música de fondo, no hay espectadores, y la niña macabra no desaparece de mi vista por más que me asusto y grito.

Vuelvo a enterrar la cabeza entre las piernas y me mezo suavemente hacia delante y hacia atrás, respirando hondo y gimoteando en voz baja. Siento su presencia. Noto sus cuencas vacías clavándose en mi espalda, en mi nuca. Se me eriza el vello del cuerpo entero. Tal vez si me tranquilizo y espero un rato retomaré el control de mi sueño y podré abrir la ventana y echarme a volar...

Pero no funciona. No funciona, joder. Sigue delante de mí, y por más que la miro no me acostumbro a su mueca. De hecho, cada vez me asusta más. Empiezo a desesperarme. Ya no sé qué hacer...

De repente, una idea brillante. Si no puedo hacerla desaparecer de mi sueño, me despertaré y asunto resuelto. Eso es. Fácil y rápido.

«Es muy común que un sueño lúcido termine antes de lo que quisieras, y es inevitable, por más experiencia y control que tengas. Sin embargo, si en cualquier momento sientes que tu sueño no está yendo tal y como debería, puedes intentar cerrar los ojos con fuerza y abrirlos al cabo de unos segundos, mientras repites para ti misma alguna frase del tipo “se está mejor en casa que en ningún sitio”. Puede que te lleve unos cuantos intentos, pero al final abrirás los ojos de verdad y despertarás de tu sueño. Eso debería bastar.»

Lo intento. Lo intento varias veces. Lo intento durante por lo menos diez minutos, y cada una de las veces que abro los ojos con fuerza ella sigue ahí. No puedo más. Empiezo a llorar. Estoy exhausta. Me dejo caer sobre la cama, y justo antes de rendirme al cansancio un último pensamiento fugaz cruza mi mente: ¿puede uno dormirse estando dentro de un sueño...?

20 de junio de 2012

A Rancid Romance

Hola hola hola.

Como no tengo nada que hacer (juas), he decidido colgar aquí algo que empecé a escribir hace algún tiempo en Grenoble. Durante mi estancia allí me interesé (y obsesioné) mucho por un tema, y este fue el resultado.

Es un relato algo largo. De momento tiene 6 páginas en el Word, y no está acabado todavía. Lo aparqué en diciembre y no lo volví a tocar, aunque de vez en cuando pensaba en ello.

Y hace unos días tuve una especie de iluminación, y comprendí cuál quería que fuera el final y la moraleja.

Aun así, no estoy demasiado convencida (para variar). Lo que escribo no queda nunca tal y como lo había imaginado en mi cabeza.

Lo iré colgando por partes, de momento aquí tenéis la primera.

PD: ¿Es cosa de mi ordenamierder o las cursivas se ven fatal? Contádmelo en los comentarios PLS. Y ya que estáis criticadme un poco el relato.

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Placenta

«Me pediste una manera de evadirte. Me dijiste que querías volar, convertirte en un animal, divertirte sin dañar a nadie, hacer lo que te viniera en gana en un mundo en el que nadie fuera a impedírtelo. Tú misma me sugeriste tu diagnóstico, y eso dice mucho de ti. Proporcionarte una vía de escape que te ayude a huir de este mundo en el que no puedes ser feliz no aliviará tu condición mental, más bien lo contrario. Pero tengo la esperanza de que, si lo pruebas, por fin te darás cuenta de lo vacíos que están, en el fondo, tus deseos. Verás, esto no entra en mi campo de estudio, y tal vez no sea la más indicada para recomendártelo, pero ahí va: sueños lúcidos.»

Abro los ojos. Sigo en mi habitación. Mierda, llevo por lo menos veinte minutos intentándolo... He hecho todo lo que me dijo Irma, paso a paso, e incluso varias veces... Mejor será que lo deje por ahora. Tal vez no funcione conmigo. Mañana hablaré con ella de nuevo. Me acerco la muñeca a la cara para consultar la hora. Casi doy un bote. Tengo tres dedos en una mano y ocho en la otra.

«Es posible que, una vez te hayas dormido y haya empezado tu sueño, no seas capaz de discernirlo de la realidad. Como te he dicho, sólo estará pasando dentro de tu cabeza, pero lo sentirás tan vívido y real como tu vida. Si no estás segura de estar dentro de un sueño, tienes varios métodos para descubrirlo. El más usado es el de mirarse las manos. Cuando soñamos, tendemos a tener más o menos dedos de los que deberíamos. También puedes mirar un texto, apartar la mirada, y luego volverlo a mirar. Dicen que es bastante divertido...»

Cojo el libro que tengo al lado y lo abro por la última página.

«Y creyendo que quería jugar, lo empujó suavemente. Cayó al suelo. Estaba muerto.»

Desvío los ojos un instante a la pared, y vuelvo a mirar el libro.

«Y qemayó al sería jugarvte. mpenenue qudouj aba, lo e muercreyó suCuelo. Estato.»

Aparto la vista de nuevo.

«Y §嗰  дъгyл - д ɷɕالrه µ  族ъ вe₯ъ, 伊 ي abة. م  ن нъ Бо 語 ueук. даCu съ族o.»

Sonrío.

«Existe todavía otro sistema para saber si estás soñando, pero... ni se te ocurra probarlo. Me he informado, y es el único peligro que debes temer. Durante el proceso de inducción del sueño lúcido mediante el método WILD notarás algunas molestias: parálisis del sueño, vibraciones musculares, secuencias de ruido ensordecedor... No les hagas caso, son totalmente normales y no te harán daño. Pero escucha lo que te digo: jamás, mientras estés soñando, te mires en un espejo.»

Me levanto de la cama y giro para observar mi recreación mental de la habitación de nueve metros cuadrados en la que vivo. Es exactamente igual a la verdadera. Incluso el libro que he cogido antes es el mismo que estoy leyendo en el mundo real, y está encima de la misma mesita de noche-minibar.

Nunca me había sentido tan feliz. Estoy soñando, soy consciente de ello, y lo mejor de todo es que yo  controlo mi sueño. Puedo hacer lo que quiera. Puedo volar. Puedo convertirme en un gato. Puedo teletransportarme al interior de un volcán. Puedo vivir la historia de amor más bella jamás contada... y cumplir todas mis fantasías. Puedo ser quien siempre he querido ser. No existen leyes de ningún tipo. No puedo decepcionar a nadie. Sólo existo yo, y todo lo que pueda imaginarme... Estoy tan emocionada que no sé qué voy a hacer primero...

Me desplazo al lavabo que está justo al lado de la puerta de salida. Claro, podría saltar por la ventana, podría atravesar las paredes, pero no quiero anticipar nada. Agarro el pomo de la puerta. Estoy a punto de hacerlo girar, pero algo me llama... Giro la cabeza a la izquierda. Sé que ahí está el único espejo de la casa, pero desde mi posición no puedo mirarlo directamente. Claro... Estando aquí podría hacer cosas imposibles, pero me tienta la idea de desafiarme a mí misma y llevarle a la contraria a Irma, más que nada para demostrarle que sé más que ella. Porque soy mejor que ella, y no tiene derecho a decirme que no puedo ser feliz. Que “no sé ser feliz”. Zorra malfollada... Vamos, no me va a pasar nada por hacerlo. Su voz, más serena que nunca, resuena entre las paredes. “Jamás, mientras estés soñando, te mires en un espejo.”

«Y si lo haces, prepárate para saber cómo te ves a ti misma.»

Suelto el pomo lentamente, y me acerco al lavamanos con la vista al suelo. Al alzarla mantengo los ojos cerrados, me gusta esta expectación. No sé de qué habla esa imbécil de Irma. Yo tengo muy claro cómo me veo a mí misma. Sé cuáles son mis defectos, y creo que también sé distinguir mis virtudes. Me veo a mí misma igual que se ve todo el mundo. Claro que sí. En el espejo se verá mi reflejo, ni más ni menos, tal y como soy.

Abro los ojos repentinamente.

«Nunca te mires a un espejo. Hay gente que no ha vuelto a despertarse, Emma...»

19 de junio de 2012

Chapter VII

A veces me entran ganas de abrirme en canal, de coger un cuchillo bien afilado y practicar un corte limpio desde la garganta hasta el ombligo. Y a partir de entonces, volcar todo lo que hay en mi interior en un papel. Y a partir de ahí, mostrar todo lo que tengo dentro.

Pero parece que sólo soy capaz de arrancarme una pielecita de la cutícula del dedo, y que me salgan un par de gotas de sangre que ni interesan a nadie, ni representan la más mínima parte de mi vida interior.

Y al final se queda todo en un ligero rocío de sangre como éste.

No podría sentirme más frustrada.