26 de octubre de 2011

Je.


Cuando me puse esta foto de perfil en facebook fue sólo porque mi poni favorito (con el cual comparto algunos rasgos, por qué no decirlo) había protagonizado una situación que en su momento encontré hilarante.

YOU'RE GOING TO LOVE ME.

Pero es ahora, y justo ahora, cuando esa foto de perfil que me representa en la red social ha cobrado un sentido más trascendental.

Porque me estoy volviendo loca y estoy haciendo cosas de las que jamás me creí capaz.


18 de octubre de 2011

Awoken



Sometida a reconocimiento por el club de medianoche, titulo esta historia...



EL AMANECER DE LAS POLILLAS ZOMBI
Todo empezó ayer por la noche. Era bastante tarde, teniendo en cuenta que quería irme a dormir pronto para hoy poder ir a pedir información sobre la beca de la CAF y hacerme de una vez por todas un pase mensual para el tranvía. Así que cuando acabé de ver el primer episodio de la segunda temporada de The Walking Dead, decidí que era hora de irme a dormir.

Yo siempre que me voy a dormir (o falta poco para que lo haga) abro un poco la ventana, para que mientras duerma se ventile la habitación y cuando me levante no huela todo a cerrado. Y digo UN POCO, unos tres centímetros de apertura, para que no entren bichos ni nada.

Pero ayer la situación era ligeramente diferente. Tenía la luz encendida y la ventana ligeramente abierta desde hacía mucho rato. De hecho, miré todo el capítulo de The Walking Dead con la luz prendida y la ventana abierta (una hora de capítulo, y entre que se me colgaba el ordenador y esas cosas, imaginaos el rato).

Así que justo cuando me disponía a apagar la luz e irme a dormir, oí un sordo ploc en la ventana. Y luego el batir de unas alas contra el cristal. Dios mío, me dije. Lo veía desde dos metros, era un bicho enorme, al principio incluso me pareció un murciélago (vuelan muy cerca de mi ventana, tengo una especie de "foco" de luz blanca justo al lado). Me acerqué. Era una polilla, una muy grande. No había entrado, gracias a dios, pero estaba pegada al marco de la ventana, dispuesta a entrar en cuanto abriera la ventana unos centímetros más. Estaba, de hecho, en la parte interior del marco, es decir, que si hubiera cerrado la ventana de verdad hubiera muerto chafada, y yo no quería eso. Los que me conocen saben que en cuanto veo un bicho en casa jamás lo mato, lo saco fuera y ya está. Me daría mucha pena matarlos, y sé que luego tendría remordimientos. (Leed esto si queréis comprenderlo mejor, no tengo ganas de volver a explicarlo.)

No sabía qué hacer. ¿Cerrar la ventana y matarla? ¿Irme a dormir y apagar la luz, sabiendo que tenía semejante bicho menos de un metro de mí, y que podía entrar en cualquier momento si durante la noche soplaba una fuerte ráfaga de viento? Intenté ahuyentarla usando una percha como si fuera un palo, metiéndola por el resquicio de la ventana y empujándola suavemente, pero eso sólo hizo que se encallara más. Entonces tuve la brillante idea de abrir un poquito más la ventana. La empujé otro par de veces para que pillara la idea, abrí un poco y me aparté, convencida de que entonces saldría volando lejos de mí.

Pero entró.

Joder.

Yo sólo le había visto un trozo de las alas y un par de patas, y me había creído que mediría unos tres centímetros de largo, pero no era así. Mirad esta foto, sin ampliarla. Esa era la forma de su cuerpo, a grandes rasgos. Y ese era su tamaño real, sin bromas, sin exageraciones. Era como mínimo el doble de larga de lo que había imaginado.

Y se quedó unos minutos quieta en el suelo, con las alas levantadas y vibrando. En ese momento yo estaba paralizada de puro terror. No me dan miedo los bichos, puedo coger sin ningún tipo de temor arañas, saltamontes, mariposas y polillas... siempre que tengan un tamaño razonable. Sé que és poco racional y que hay bichos pequeños que también pican, pero soy así. Esa mostruosidad de seis centímetros me daba la impresión de ser muy venenosa, y eso que tengo muy claro que ninguna polilla pica.

No sabía qué hacer. Durante unos minudos me quedé mirándola. Si en ese momento la hubiera matado todo hubiera acabado ahí, pero no quería... Y entonces se puso a volar alrededor de la lámpara del techo. Cada vez que chocaba se oían golpes, y su vuelo sonaba igual que el de un abejorro. Entonces hubo un momento de confusión. Yo estaba aterrorizada, y no sé qué hice exactamente ni por qué. Apagué la luz que atraía a la polilla y encendí el fluorescente del lavabo, con lo cual se acercó ahí. Abrí la ventana rápidamente para que saliera, y me metí en la cama mientras oía cómo la polilla, desorientada, se daba golpes contra todo lo que se ponía en su camino. Me tapé la cara.

Al cabo de unos segundos cesaron los golpes, y yo supuse que por fin habría salido por la ventana, aunque no estaba muy segura de que un bicho tan torpe hubiera hecho eso a la primera. Cautelosamente, miré en cada rincón y agujero de la habitación para comprobar que no estaba. Y cuando casi había acabado y estaba a punto de irme a dormir, la encontré posada encima del armario. A esa distancia me era imposible hacerle nada, no alcanzaba esa altura ni subiéndome encima de una silla.

Apagué todas las luces y abrí la puerta que da al pasillo (donde la luz estaba encendida), esperando que saliera siguiendo la luz. Y esperé como mínimo diez minutos a que lo hiciera, pero no pasó nada. Salí a tirar la basura para despejarme un poco, el hombre del accueil de nuit debió flipar al verme salir a esa hora a tirar la basura.

Por aquél entonces yo había logrado calmarme un poco y empecé a pensar en otra manera de echarla, pero no se me ocurría nada que no consistiera en matarla. Intenté ahuyentarla con un spray de acondicionador para el pelo: sólo la alcanzaron un par de gotas que hicieron que moviera las alas, nada más. Intenté que se moviera usando de nuevo la percha, pero no logré tocarla. Ya no sabía qué hacer. Me moría de sueño (con la broma eran pasadas las 4 de la madrugada), y tenía más que claro que no quería compartir habitación con esa polilla-mastodonte. Era imaginármela revoloteando por encima de mi cabeza y posándose en mi frente mientras yo dormía y morirme del asco.

Sopesé atraparla dentro de una cazuela, o algo, pero no me veía con valor suficiente para hacer eso, ¿y si fallaba y lo que conseguía era que la polilla se pusiera encima de mí? No quería ni imaginármelo. Al final me rendí. Tenía que matarla. ¿Pero cómo...?

No sé por qué tardé tanto en ver la solución. Cogí unos pantalones tejanos que tenía para lavar, los empapé de agua y los plegué. Sólo tenía una oportunidad, recé para no fallar. Me subí a la silla y lancé los pantalones hacia la polilla. Quedó atrapada debajo. Suspiré aliviada. Los pantalones goteaban, y durante un instante me imaginé que las gotas de agua cayendo al suelo desde el armario se transformaban en sangre, dando forma al remordimiento que sentía por lo que iba a hacer.

Moví la mesa y la coloqué donde antes había estado la silla. La mesa es unos centímetros más alta, así que usándola tendría más libertad y alcance para lo que me disponía a hacer. Me acerqué a los pantalones que sepultaban la polilla, cogí el bote de detergente líquido (tres litros, para que os hagáis la idea) y "apuñalé" con él los pantalones, asegurándome de chafar del todo la polilla.

Y luego, poco a poco, levanté los pantalones.

Y vi cómo la polilla luchaba por despegar las alas de la tela tejana mojada. Había sobrevivido. La había inmovilizado y mojado con una prenda de ropa empapada, la había chafado con tres litros de peso, y SÓLO se había enganchado las alas en la tela.

Volví a taparla con los pantalones y la aplasté de nuevo con el detergente. Varias veces. Me sentí muy mal.

Levanté de nuevo los tejanos. Ahora no se movía, y su abdomen estaba claramente desgarrado y espachurrado contra el armario.

Me dio mucha pena. Pensé que ella no tenía la culpa de nada, y que jamás me hubiera hecho daño. Maldecí que hubiera tenido que conocerla en esas condiciones. Era un ejemplar realmente bello. Si tan solo hubiera escapado desde el principio... Decidí hacerle una foto, para recordarme a mí misma lo que había hecho.

Y así fue: justo cuando estaba haciéndole esta foto...


... se movió. La jodida polilla se movió cuando mi mano y mi cámara estaban a menos de tres centímetros de ella. Ahogué un grito. Empezó a arrastrarse como un zombi. Por eso la foto salió borrosa.

No me lo pensé dos veces, cogí el detergente y la chafé con todas mis fuerzas, sin tela mojada de por medio, insistiendo en su pequeña cabeza de insecto, mientras gruñía con cada golpe. Me sentí como Andrea, en el episodio que había visto de The Walking Dead*, matando un zombi con un destornillador.

Y eso fue todo. Lavé el bote de detergente, los pantalones, tiré el cadáver de la polilla, despejé la cama y (¡por fin!) me fui a dormir. Y la única moraleja que saqué de todo esto es que jamás, JAMÁS, volveré a tener la ventana abierta y la luz encendida durante la noche.




* Sara, si lees esto, que sepas que no te he hecho ningún spoiler. No es ninguna novedad que en TWD se matan zombis, y esta muerte en concreto no tiene ninguna relevancia para el argumento. Equisdé.
Empiezo a creer seriamente que necesito un psicólogo. O algo.

17 de octubre de 2011

Me cago en la puta, Mundo. Has vuelto a conseguirlo: me siento como una mierda. Y en un tiempo récord de poco más de una hora.

So long, and goodnight.

10 de octubre de 2011

I Found A Reason

«Why do people say "Grow some balls"? Balls are weak and sensitive! If you really wanna get tough, grow a vagina! Those things take a pounding!» (Betty White)

4 de octubre de 2011

Bulimiarexia

I'd rather live than live forever.

2 de octubre de 2011

Theta Binaural Beats (7hz)

Creo que jamás voy a poder volver a mirarme a un espejo.




(Porque a partir de ahora tendré miedo de mirarme en él y verme como realmente soy)